martes, 11 de agosto de 2009

2006 - Agosto 19

Cuando abriste los ojos fui lo primero que viste, tu sonrisa retorcida me hizo saber que fui un excelente comité de bienvenida y, cuando tu mano haló mi franela negra, me di cuenta que eras mi libido encarnado.

El cuarto yacia en penumbra, mi única luz era el reflejo de las velas en tu cara de porcelana, resaltando tus labios rosas sedientos de piel y acentuando tus ojos plateados que parecian leer mis pensamientos pecaminosos.

Y fue justo en aquel instante cuando la madrugada se empapó en lujuria, convirtiendo aquella habitación en nuestro Jardín del Edén privado y, aunque el invierno nos castigaba con su helada prescencia, fuimos despojándonos rápida y violentamente de cualquier materia que se opusiera al contacto de nuestros cuerpos denudos.

Mi mente se libera de sus tabúes y me obliga a zambullirme en tu piel, a besar todos tus poros y estimular todos tus nervios; mi respiración aumenta su ritmo abruptamente mientras mis manos expedicionan cada una de tus curvas al compás de tus besos que dejan mi cuello para aproximarse a mi pecho.


Y fuimos uno
Al protagonizar nuestro Cuento de Hadas
Y fuimos uno
La fuerza de mi aliento despeinando tus cabellos
Y fuimos uno
Tus manos en mi espalda usando la uñas como termómetro de tu placer, dejando aruñetazos que quedarán tatuados por siempre

Y fuimos uno
Nuestros corazones sincronizados hablando el impaciente lenguaje de los gemidos, cruzándo el límite de la fantasía, quedando sin aire que remediara esa asfixia orgásmica, tanto que al creerme muerto un último suspiro me resucita y sólo me resta aliento para decirte 3 dulces palabras:

"Adoro soñar contigo"

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